La Biblioteca del futuro está aquí

Universo Abierto 2014-01-27

Basado en; Brian Resnick The Library of the Future Is Here

Olvida lo que sabes acerca de la biblioteca del siglo XX. Es decir esos lugares oscuros, con torpes máquinas para leer microformas, materiales fosilizados en el sótano y filas de enciclopedias alineadas de pie perfectamente en orden alfabético, en la negación de su obsolescencia. La biblioteca como almacén de información es un concepto anticuado. La biblioteca del siglo 21 es un taller comunitario, un centro lleno de las herramientas de la economía del conocimiento.

“Si no podemos brillar en este entorno, en esta economía, la culpa es nuestra”, dice Corinne Hill, la directora del sistema de bibliotecas en Chattanooga, Tennessee, un sistema que ha migrado a fondo a la era actual.

La biblioteca del siglo 21 todavía tiene libros, pero también tiene impresoras 3-D, cortadoras láser, y espacios para la realización de reuniones de negocios. Ofrece clases de programación de ordenadores. Vídeo y software de audio-producción. Todas las cosas que para cualquier persona son demasiado caras las puede encontrar, y beneficiarse del uso en este espacio comunitario.

El año pasado, el centro de la biblioteca pública Chattanooga vació toda su cuarto planta -1300 metros cuadrados de espacio de almacenamiento- y abrió un espacio de colaboración para la comunidad. Un taller público con tecnología. Un lugar en el que además los miembros de la comunidad también pueden usar el espacio para trabajar en proyectos o tratar de poner en marcha un negocio.

“Cuando llegué aquí, la prioridad era el desarrollo de la colección y la compra de materiales de investigación de  muy alta gama”, dice Hill sobre su llegada a la biblioteca en 2012. Evaluando los presupuesto se dijo “Esos grandes tomos encuadernados de referencia cuestan miles de dólares, ¿cuánto dinero henos gastado este último año? Es un total desperdicio.”

Y decidió cambiar la biblioteca que tiene 5.7 millones de dólares de presupuesto, dejando espacio para las impresoras 3-D y cortadoras de vinilo, y comenzó a almacenar los estantes con los títulos más populares. Así que en lugar de gastar  10.000$ para el acceso a las poco utilizados revistas académicas, la biblioteca adquirió makerbots (las impresoras 3-D) por alrededor de 2000$, un cortador láser de alrededor de 5.000$, y un cortador de vinilo por  3,000$. Con estos movimientos, la biblioteca se ha rebautizado a sí misma como una alternativa a cafeterías y salas de tecnología para la movilidad social. Incluso fabrica su propio café tostado, bien llamado “cállate”.

“Con este espacio, lo que estamos tratando de hacer es reconocer que el acceso a los bienes comunes ya no es sólo consiste en facilitar un medio de lectura”, dice Meg Backus, quien dirige esta sala en el cuarto piso de la biblioteca.

Backus dice que las bibliotecas deben buscar la formación en la evolución de Internet, que comenzó siendo un lugar para publicar páginas estáticas y ahora es un entorno totalmente colaborativo. “Es necesario que exista la capacidad de producción para que a su vez exista un verdadero acceso”, dice ella. “Eso significa tener la capacidad de crear un vídeo, la capacidad de aprender cómo se hace una página web, y tener acceso al software que puede crear estos archivos en 3-D”.

Estas iniciativas de la biblioteca no sólo van encaminadas a los adultos; los niños y la sección de adolescente tiene ahora una sala con videojuegos, y maquinas para trabajos manuales, coser, hacer chapas (Botton makers), etc..

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La biblioteca colabora con “Engage 3D”, una organización no lucrativa local que promueve la educación en tecnologías de la informática, con la esperanza de atraer más empleos de alta tecnología a la zona. El verano pasado, ayudó a organizar una campamento para los adolescentes cuyo tema era la programación informática.

“Es muy importante para ellos decir: Ven y utiliza nuestras instalaciones. Eso es lo que queremos”, dice Bill Brock, director general de “Engage 3D”. Ahora ve que las personas se congregan allí, para compartir ideas. la transferencia de conocimiento está sucediendo a su alrededor”, dice.

Tiffany Robinson, miembro del consejo de biblioteca, trabaja con un fondo destinado para animar a más mujeres a crear sus propias empresas en Chattanooga. Imagina la biblioteca como un lugar donde los creadores de empresas pueden venir a trabajar, mientras sus hijos también se entretienen. “El cambio en la biblioteca es casi como un resurgimiento de la comunidad”, dice ella.

Y la la filosofía de este cambio parece estar funcionando. La asistencia de público se ha incrementado en hasta el 150 por ciento en todo el sistema de las cuatro bibliotecas, dice Hill. “De 52.000 personas en el primer trimestre de 2012 se pasó a 151.000 en el más reciente. Me encanta que la comunidad está viendo el edificio como algo más que las cosas que hay en él… La biblioteca principal del centro es el único con un cuarto piso, que funciona como una especie de laboratorio beta para el sistema”, como dice Backus. “La idea puede ampliarse a los otros lugares en el futuro”.

El trabajo de Hill se ha ganado el respeto de sus compañeros. En enero, Library Journal la nombró su Bibliotecaria del Año 2014, en el que el director de la revista manifestó que “Hill ha creado un modelo para otros bibliotecarios”

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Dado que la información se está convertido cada vez más en un recurso de más fácil acceso a través de redes en línea, las bibliotecas están reforzando sus espacios físicos para mantener su relevancia. Y Chattanooga no es la única ciudad que ha adoptado esta filosofía. La Biblioteca Martin Luther King en Washington, DC, por ejemplo, tiene un “Commons Digital”, equipado con impresoras 3-D y una máquina de encuadernación. Las bibliotecas cada vez se van adaptando más a las necesidades e intereses de sus comunidades.

Las bibliotecas tendrán que orientarse a aumentar su relevancia en los próximos años, teniendo en cuenta el aumento de la ”economía compartida“,(también conocida como la economía social, o la economía de colaboración) un concepto discutible, utilizado por las primeras bibliotecas; es un sistema económico sostenible en torno a la distribución de los activos humanos y físicos. Incluye la creación compartida, producción, distribución, comercio y consumo de bienes y servicios por parte de diferentes personas y organizaciones. La economía de compartir significa que en lugar de ser dueño de las cosas directamente, la gente paga para utilizarlas sólo cuando las necesita. Ejemplos de este sistema son Citi Bike, un sistema de intercambio privado de bicicletas públicas en ciudad de Nueva York; o Zipcar una empresa estadounidense que brinda servicios de carsharing o automóviles compartidos entre sus miembros mediante reserva previa y con tarifas de uso por hora o por día.

Recientemente, el Centro de Investigación Pew sobre sobre cómo valoran los estadounidenses sus Bibliotecas Públicas,  encontró que el 90 por ciento de los estadounidenses le preocuparía que cerrara su biblioteca local. Pero la encuesta también encontró que “el 52% de los estadounidenses dicen que la gente no necesita bibliotecas públicas tanto como antes, ya que pueden encontrar más información por su cuenta.”

Es por eso que las bibliotecas tienen que adaptarse. La gente las quiere, pero quieren que sean mejores. En lugar de un almacén de información, las bibliotecas necesitan herramientas para el uso de los bienes comunes “un Netflix de las cosas”.

“Hemos estado en el negocio de la información durante 3.000 años”, dice Hill, resaltando su  filosofia sobre el papel del bibliotecario en la sociedad. “Si hay algo que hacemos bien, es proporcionar información, y la información es el conocimiento. Creo que si alguien está en condiciones de ayudar a construir a los futuros trabajadores para esta nueva era de la información, es la biblioteca.”