Tecnología y transformación
Culturalbyts 2014-06-24
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona ha acogido esta semana el primer fórum internacional sobre privacidad en internet. Entre otras cosas, en él se ha debatido sobre si la tecnología está generando la transformación de la sociedad. César Rendueles, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, y Paula Sibilia, profesora de Estudios Culturales y Medios en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, sostienen que no; los móviles —la punta de lanza de la actual revolución tecnológica— no son la causa de los cambios que estamos viviendo en la esfera privada y en la pública.
Claude Lévi–Strauss, uno de los antropólogos más destacados y lúcidos del siglo XX, decía que cada sociedad desarrolla la tecnología que necesita para satisfacer sus necesidades. Ni más, ni menos. Partiendo de esta premisa, desde luego, los dispositivos móviles (y el uso que hacemos de ellos) no son la causa sino la consecuencia de una transformación muy particular. Actualmente, la frontera que divide la esfera privada de la esfera pública está difuminada; no se sabe a ciencia cierta dónde están los límites de la intimidad. Internet ha volatilizado esa frontera y esos límites.
Durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, el ciudadano se esforzaba y se forzaba a marcar una línea muy clara entre lo que era privado y lo que era público. Todo lo que estuviera en la órbita de la intimidad quedaba resguardado dentro del hogar de cada uno. No obstante, hoy en día, Internet está presente en cada aspecto de nuestras vidas. Y si no lo está es porque hemos decidido que no lo esté, pero podría. Las redes sociales son el ejemplo perfecto de esto. Hoy en día, sentimos la necesidad de exponer y, a veces, de sobreexponer nuestra vida en las redes sociales. Todo lo que decimos, hacemos, pensamos y sentimos tiene o puede tener su eco en el ciberespacio. Nadie fuerza a nadie a publicar aquello, esto o lo otro, pero, sin embargo, la ciudadanía parece irremediablemente abocada a ello. ¿Por qué? A saber. Lo único seguro son los hechos, y los hechos hablan por sí mismos: necesitamos exponernos, sobreexponernos.
Se trata del viejo dilema de la gallina y el huevo. Juzgen ustedes.