PreTextos: cosas por las que llorar cien veces
Universo Abierto 2013-07-07
Kou Nakamura. Cosas por las que llorar cien veces. Madriod: EMECE, 2010. ISBN: 9788496580589. 200 p.
Book es una perrita sensible que su dueño encontró en la calle dentro de una caja de cartón delante de la biblioteca. Lo que más le gusta a Book es oír el sonido del motor de la moto de su joven amo. Cuando Book enferma, su amo vuelve a casa de sus padres para pasar con la perra los que tal vez sean sus últimos días. Pero Book se recupera, su dueño regresa a casa u decide pedirle a su novia que se case con él. Ella le propone que hagan antes una prueba y vivan juntos durante un año. Pero esta vez será la chica la que caerá enferma, circunstancia que modificará completamente sus planes.
Extractos
“Me la encontré junto al aparcamiento de bicis y motos de la biblioteca. Yo acababa de empezar mi vida de estudiante, me estaba preparando para el ingreso en la universidad, y estudiaba en la biblioteca. El aire de la sala rebosaba de la dulzura y la melancolía de un día laborable de primavera. Entre viejos que apenas se movían y estudiantes de mi edad que también parecían estar preparando exámenes de ingreso, yo resolvía un problema de planos complejos.
Cerré el libro de matemáticas y miré hacia afuera por la ventana. Un atardecer de primavera parecía diluir todos los sonidos y los colores. Cuatro o cinco estudiantes de primaria estaban reunidos alrededor de lo que parecía una caja. Me eché la mochila al hombro y me levanté.
Abandoné la sala de lectura y bajé la escalera pisando con firmeza. Mis zapatillas deportivas chirriaron contra el suelo. En un rinconcito de mi mente seguían los chicos que había visto desde la ventana. Tuve algo parecido a una intuición.
Crucé las puertas automáticas y, mientras caminaba pegado a la pared, pensé: «Estudiantes de primaria… sentados alrededor de algo, ¿qué debía de ser lo que estaban mirando? Algún cromo raro. O tal vez un estuche raro. Un insecto raro. Un color raro. Una forma rara.»
Uno de los escolares se dio cuenta de mi presencia y levantó la cabeza. Los otros dos también se volvieron hacia mí. Yo puse cara de chico mayor simpático y me asomé para ver la caja.
En su interior había un perro. Un cachorro que cabía en la palma de una mano. Pequeño. Me pregunté por qué era tan pequeño. A primera vista, comprendí que acababa de nacer.”
—Pues entonces tenemos que pensar un nombre de macho —añadí mirando a Rapado
Tenía que ponerle un nombre que pudieran aceptar ellos tres. Eran bastante espabilados para ser estudiantes de primaria. Si no podía dar con un nombre que superara el de Wakame, no tenía derecho a llevarme al perro, ni tampoco aprobaría el ingreso en la universidad.
El animal estaba envuelto en una toalla. Un nombre que le fuera bien y que resultara pegadizo e impactante. Su cuerpo estaba cubierto de pelo corto, marrón y ensortijado. Era pequeño. Extremadamente pequeño.
—¡Ya está! —exclamé—. Estaba en una biblioteca, así que se llamará Book”